El término “compliance” en inglés o “cumplimiento” en español puede evocarnos en un principio un repaso a materias más bien vinculadas con temas como la prevención del financiamiento del terrorismo, o de la proliferación de armas de destrucción masivo, de los cuales han surgido esquemas de procedimientos y diligencias que han pretendido un vínculo más cercano entre los profesionales del derecho y los clientes a los que les prestan servicios. Esta es en cierta forma la acepción más popular que se ha desarrollado bajo esta terminología.
Sin embargo, en los últimos años se ha venido desarrollando una nueva aproximación que ha vinculando cada vez más el entorno del cumplimiento a la materia de la privacidad y protección de los datos, así como a los temas relativos a la ciberseguridad. Estos son temas que no han llegado a pasar desapercibidos tras la masiva proliferación de tecnología que ha permitido a grandes marcas expandir su presencia en internet, a su vez generando un gran dote de información sobre los usuarios y clientes a través de meticulosos sistemas de gestión de bases de datos. Hay quienes hoy por hoy se preguntan: ¿existe realmente la privacidad en esta nueva era digital?
Las bases de datos contienen información personal almacenada de millones de personas a lo largo de todo el mundo. Facebook, Google, TikTok, Instagram son redes sociales en las que interactuamos y pasamos una gran parte de nuestro diario vivir, sin embargo, son también gigantes fuentes de información que nos concierne: nuestra edad, nuestra información de contacto, nuestras conversaciones privadas con otros usuarios; no sólo estas redes sociales, sino también páginas y plataformas de grandes marcas que tienen detalles de nuestras vidas: nuestra dirección, el número de nuestras tarjetas de crédito, nuestros gustos y preferencias, los lugares que más frecuentamos. Toda esta información termina de alguna u otra forma recopilada, procesada y almacenada.